Historia con tres personajes, el genio -Glenn Gould-, el suicida - Wertheimer-, y el narrador. El tema principal, las reflexiones de un artista en el proceso creativo. Los tres personajes viven obsesionados con el arte, la música. Los tres son estudiosos e intérpretes de piano. Los tres en el proceso creativo hacia la perfección. Los tres con el suficiente dinero para llevar una vida propicia para la creación.
No interesa mucho Glenn Gould, más que como un medio para retratar a Wertheimer, quien vivirá perturbado por saberse inferior al genio, cambiará de carrera –tomará el camino de las ciencias humanas y la filosofía- y luego se suicidará. El narrador al no alcanzar la genialidad de Gleen Gould también renunciará pero por una vía moderada y ahí en el proceso de renunciación, su refugio será las letras -el texto mismo- y en el proceso la comprensión del genio desaparecido.
De frases que se repiten incontables veces y despliegues del pensamiento sobre temas que en Thomas Bernhard no son diversos sino repetitivos (la muerte, el suicidio, la enfermedad y la filosofía) nos enteraremos de las frustraciones y obsesiones de Wertheimer. Oprimido por el peso de la filosofía, no le quedará de otra que emitir breves destellos mentales (aforismos) cuando se da cuenta que no tiene caso intentar revolucionar el campo de la filosofía. De lo dicho ya nada podemos añadir.
Luego vendrán las críticas a las instituciones de este siglo, las escuelas y sus maestros, los sistemas de justicia, la vida en las ciudades, el espectáculo, los conciertos, la masa juzgadora del arte que no comprende. Y entre sus tormentos la enfermedad revestida de memorias sobre el lugar donde nació, las costumbres repudiadas de sus moradores, el clima, sus martirios diarios, la comida, los malestares del cuerpo, sus lloriqueos y sentimentalismos, sus padres, su hermana, su insuficiencia toda envuelta en palabras y más palabras, llenas de irritaciones y malestares.