8 mar 2016

"La rebelión cristera. La gente mexicana, entre la iglesia y el estado 1926-1929" de Jean A. Meyer

Como su título lo dice, este libro es sobre el movimiento cristero en el México post-revolucionario de 1926. Es este año, el comienzo de un movimiento social en el occidente mexicano protagonizado por los  pobres,  y caracterizado por su alto nivel organizativo y de resistencia popular en contra del estado autoritario mexicano. 

La relación entre la iglesia católica de entonces y el gobierno mexicano se tornó, en su punto extremo, en una disputa sangrienta. El  gobierno federal -encabezado por Calles y luego Obregón- y algunos gobernadores estatales,  llevaron a cabo, con su aparato de control legalista, violento y corporativo, una carnicería  de sus propios gobernados.   La causa que desencadenó el movimiento cristero fue el cierre de iglesias y la suspensión de liturgias ordenada sin consultar a la sociedad mexicana católica. 

No obstante los atributos políticos de uno y otro gobernantes, el movimiento cristero, de acuerdo a Jean A. Meyer desestabilizó al gobierno federal, a tal grado, que fue rebasado por los acontecimientos y la resistencia de los rebeldes. En el clímax del movimiento,  el gobierno optó por la intervención  y mediación extranjera de diplomáticos estadunidenses y el mismo vaticano, quien no estuvo del lado de los cristeros. Como en paralelo al desarrollo del movimiento de lucha social, el autor hará un recuento de las pugnas políticas de los que gobernaban en esos años y el papel de los diversos líderes de grupos corporativos en nacimiento (obreros, electricistas, campesinos, y maestros, por mencionar algunos) que influyeron en la dinámica del movimiento de resistencia.

Con un acertado grado de narrativa histórica, el autor--quien reconoce su simpatía por los cristeros--nos dará cuenta de las diversas etapas del movimiento en resistencia;  su organización; las ciudades donde el movimiento de desarrolló, clandestinamente; la falta de control  y disputas internas en diversos momentos; los grupos sociales que lo conformaron; el rol de mujeres y hombres jóvenes clasemedieros, como sus líderes intelectuales; las diferencias  religiosas de curas a favor o en contra del movimiento; y el rol de las altas jerarquías católicas,  en contra de sus feligreses pobres quienes optaron por el uso violento para defender su derecho de libertad de creencias. 

Para el lector diversas lecturas interpretativas son claras una vez leído el libro:

1) En esos años, la revolución de 1910, usada como propaganda ideológica por los que gobernaban, se había convertido en una farsa. La tierra fue repartida como bandera política sin importar las necesidades de desarrollo social para reconstruir la economía del país. Los motivos de lucha democrática que dieron pie a la revolución, fueron pisoteados y menospreciados por Calles y Obregón. Y el perfecto ejemplo fue la orden de suspensión de servicios religiosos y el cierre de iglesias. De acuerdo al autor, Calles y Obregón, norteños, fueron influídos por las instituciones religiosas gringas. A la vez que menospreciaban las creencias del México profundo,  intentaron imponer la ideología en la que ellos creían, sin considerar las mismas instituciones democráticas de consulta ciudadana. Para colmo de males, siendo uno y otro, en el pasado, maestros normalistas, no optaron en lugar de la imposición, por un plan educativo nacional que promoviera la ciencia y la tecnología para educar a la población mexicana. 

2) El rol de la iglesia católica en los acontecimientos de entonces también es motivo de estudio y recriminación. La institución religiosa fue timorata al debate democrático y participación social. Reproduciendo su papel de agente de sometimiento ideológico que veía a sus feligreses como niños e incapacitados,  se negó a justificar el movimiento social  que defendía el derecho constitucional de libertad de creencias. Los desposeídos que vieron la imposición de los que gobernaban como una oportunidad, como un evento, que daría pie a su reconocimiento como miembros de una sociedad democrática, fueron abandonados por sus líderes institucionales religiosos.

3) Finalmente, pese al desconcertante y reprochable grado de violencia generado por los gobernantes en esa etapa histórica mexicana, es alentador leer que ante el tirano opresor, las masas de oprimidos y menesterosos no dudaron en ejercer su derecho a la rebelión. Mujeres, niños, hombres, jóvenes y ancianos se levantaron en armas para defender un derecho característico de sociedades democráticas en donde la gente es la que tiene el poder y el deber de los que gobiernan es obedecer y hacer lo que la ley les ordena. 

Hay entonces, una línea entre palabras, fechas y acciones del México de entonces, que se prolonga en las páginas del libro, de  progreso democrático mediante la violencia: Masas de iletrados, pero en rebeldía justificada; intelectuales católicos clase-medieros sin experiencia política, pero aprendiendo y asesorando a los líderes de diferentes facciones geográficas y estatales en lucha; pobres y oprimidos durante centurias, pero clamando por sus derechos; campesinos en solidaridad o divididos, pero movilizándose por derechos y defendiéndolos con sus armas. Todos ellos, portando en su sangre o subconsciente la idea de que la protesta y rebelión son efectivos medios de aquilar al caudillo. 



22 ago 2015

"Polk, Clay, Lincoln, and the 1846 US Invasion of Mexico. A Wicked War" de Amy S. Greenberg

Este es un interesante libro sobre la guerra entre México y Estados Unidos en 1846 y cómo México perdió una gran parte de su territorio. La historiadora hace un recuento comprensivo de las causas y efectos de esta guerra entre dos naciones, desde el punto de vista de la historia de Estados Unidos.

Uno de los factores relevantes que dieron pie a esta guerra, de acuerdo a la autora, fue la política expansionista agresiva--destino manifiesto--por parte de la clase dominante y dueños de esclavos en los Estados Unidos de entonces, sazonada con una ideología racista. El asunto de la esclavitud en Estados Unidos, fue un factor relevante para aquellos en contra o a favor de la guerra. Por otro lado, la caótica situación política en México, durante esos años, después que el país se independizó del dominio de España, fue una condición ventajosa aprovechada por el presidente James K. Polk para llevar a cabo su proyecto expansionista. Para hacer las cosas más complicadas para el caso de México, los ricos de entonces, estuvieron prestos y deseosos por ser parte de los Estados Unidos sin crear un frente de resistencia económico ni intelectual o político. Pero también fue un aspecto determinante en contra de México, el endeble gobierno federal de entonces y por ende la falta de una estrategia militar eficiente para hacer frente a un enemigo poderoso. 

Un capítulo interesante en el libro, es sobre el aspecto inesperado de la guerra que afectó el estado emotivo de los soldados americanos. El ímpetu patriótico antes de la guerra fue desvaneciéndose poco a poco a medida que la intervención gringa se desplazaba del desértico norte mexicano hacia el centro. El decaimiento anímico llegó a su punto culminante con deserciones.

Por otro lado, el gobierno mexicano se vio obligado a reclutar soldados provenientes de los sectores más pobres del país, con el esperado desenlace, pues carecían de experiencia militar; y la historia se repetiría, serían utilizados como simple instrumentos por la élite gobernante,  en una lucha donde no tenían parte. Pese a la desfavorable situación de las fuerzas militares mexicanas,  la resistencia fue persistente, incluso ante la pérdida de control de puntos territoriales estratégicos. Igualmente, la resistencia civil en la ciudad de México, después de la rendición del gobierno mexicano y negociaciones donde el país perdió gran parte de su territorio, fue un dolor de cabeza para los invasores en los últimos días de la invasión. La guerra no prevista por Polk--quien visualizó equivocadamente  a un enemigo débil y un conflicto bélico corto-- fue destructiva, sangrienta y más larga de lo planeado. 

Otro aspecto interesante de este libro es la descripción de la división, en Estados Unidos, de la clase política a favor y en contra de la guerra y el comienzo de un movimiento pacifista. El informe sobre el papel de figuras relevantes como Henry Clay, James M. Polk, Abraham Lincoln, Walt Whitman, Santa Ana, entre otros servirán como un contexto histórico para entender la naturaleza de esta guerra entre dos repúblicas diversas en origen, intereses y con poderío económico y bélico desigual. La autora, al describir la división política de los Estados Unidos durante esos años, nos hablará sobre la lucha ideológica y los intereses capitalistas en contra y a favor de la institución de la esclavitud y que dará pie a la guerra civil en Estados Unidos.

Al final, será claro para el lector la naturaleza de esa guerra. Fue una provocación, una invasión contra una nación soberana donde el poderoso se valió de triquiñuelas diplomáticas para apoderarse de un derecho ajeno. La guerra trajo consigo destrucción y una gran masacre de civiles inocentes del lado mexicano y tendría un desenlace que marcaría el destino histórico de las dos repúblicas, donde las diferencias se agudizarían. Fue entonces, una guerra injusta, que incluso la historiadora, citando al presidente estadounidense Ulises S. Grant, también denominará, una guerra injusta y malvada. 

26 jun 2015

La Suprema Corte de Justicia en Estados Unidos, reconoce como constitucional el derecho a contraer matrimonio a parejas del mismo sexo.

Dirigiéndose a lo que llamó "La trascendental importancia del matrimonio," para los contrayentes y para la sociedad, el juez Kennedy escribió que "a través de su vínculo perdurable, dos personas pueden encontrar juntas otras libertades, como la libertad de expresión, intimidad, y espiritualidad. Y esto es cierto para cualquier persona, sin importar su orientación sexual. Hay dignidad en el vínculo que une dos personas del mismo sexo--hombres o mujeres--que desean contraer matrimonio y es parte de su autonomía elegir o no, hacerlo."

El juez se encargó de hacer saber y luego refutar las opiniones basadas en tradiciones obsoletas de los que se oponen  al matrimonio entre personas del mismo sexo, incluidos los jueces que dieron su opinión en contra del mismo: "La limitación del matrimonio, garantizada sólo a parejas de sexo opuesto, parece haber sido desde hace tiempo natural y justa, sin embargo es inconsistente con el significado central del derecho fundamental a contraer matrimonio y como hoy en día se manifiesta. Por consiguiente, debemos aceptar que el reconocimiento de las leyes que excluyen a parejas del mismo sexo de su derecho a contraer matrimonio, imponen estigma y producen daños del tipo prohibidos por nuestra Carta Fundamental."

Traducción de extracto de artículo publicado en el diario The New York Times: "A Profound Ruling Delivers Justice on Gay Marriage" by The Editorial Board. June 16, 2015.

21 may 2015

Historias de inmigrantes: El Principito


"Dance in a Madhouse" by George Bellows
El Principito no había perdido el entusiasmo. Una vez que podía atravesar una encrucijada, se ponía a mirar a sus semejantes que se emborrachaban según corría la noche, sin miedo a las decenas de soldados rasos que penetraban con violencia en los bares. No censuraba lo que veía. Su cabeza no daba para tanto. O quizá era que se había habituado a los desatinos que venían unos tras otros, como no queriéndolos. Cualquiera que viera su faz bermeja y sin arrugas podría suponer que la luz del sol no lo conocía. Pero si algo tenía, y bastaba con observarlo, como de pasada, era un puñado de pensamientos que lo reconfortaban y que le infundían ánimo para internarse en los túneles de media noche. Las noches eran la ocasión cuando creía que era algo. Perseguía con mirada huraña a los solitarios. Desconfiaba, acariciando su único propósito:  si acaso llegara a encontrarlo, esta vez no lo dejaría ir. Hería el humo del escondrijo con suspiros, mientras los hombres de rollizos cuerpos bailaban agarrados unos con otros al ritmo de los recuerdos y narcocorridos en boga.

Y esa fue su noche.  La del encuentro ansiado. Lo mantuvo durante horas amarrado a las patas de su cama. Bastó un  puñado de palabras para el encantamiento.  Juntos idearon, de buenas a primeras, el viaje a Matamoros. Había cavernas donde los caminantes se refugiaban y con un poco de osadía podrían abastecerse de ropa y comida. Cuando creyó haberlo convencido, el Principito salió a buscar los desperdicios humanos, pero al volver no encontró ni su rastro. Desde entonces las desdichas llegaron como encadenadas unas a otras. Una noche, escapándosele el entusiasmo de entre las manos, fingió indiferencia cuando lo vio otra vez, quitado de la pena, sentado, impasible, bebiendo una cerveza, absorto en sus meditaciones.  El Principito alargó sus brazos como para recoger mangos cayendo a la intemperie. Las comisuras de los labios no se movían. Las sonrisas eran imperceptibles. Labios sellados no podían pronunciar palabras ni deseos. Pero sin quererlo, el Principito fue agarrado por un hombre que surgió abruptamente de la penumbra. A lo lejos,  con los ojos,  entre miradas noctámbulas, cabeceando, que se difuminaban en la oscuridad,  el Principito, escarbando un poco de entusiasmo dio demostraciones de alegría. Con señas preguntó sobre salud y fortuna. "Habla," le dijo, una vez que se acercó a la mesa donde lo había visto sentado, absorto. La respuesta llevaba en si misma un poco de mentira. Entonces emergieron de la oscuridad imaginaciones de aves nocturnas, ríos de aguas tranquilas, frutos no cortados en tiempo de cosecha, hojas verdes moviéndose con la lluvia. Ancianas enclenques,  petrificadas a las mesas, reían a hurtadillas, como temiendo la reacción de los burlados. Los vagabundos se habían concentrado cerca del antro. Su alboroto se podía percibir desde la penumbra, y el humo que ascendía desde sus fogatas, se esparcía sobre la ciudad y se introducía en el antro. No caía la lluvia desde hacía varias estaciones y el calor concentrado en esas catacumbas se curtía con el grupo de hombres saltando y emborranchándose a media noche.

Esa noche, las palabras de una mujer raquítica  en el autobús que cruzaba la frontera fueron como un presagio. La rigidez de sus reumáticos tendones fueron la señal. Repentinas gotas cayeron a media noche limpiando las calles de hollín, derperdicios e inmundicias de la urbe. Las aguas iban y venían y sobre ellas guajolotes dormidos sobre tablas flotando en la turbulencia. El río de turbias mareas se infestó de mendigos desnudos. Los niños comenzaron a surgir de sus refugios y en alegría efímera jugaron a la vida ayudándose de palabras y de acciones. Y entonces cayeron del cielo las estrellas que se refugiaron en la ciudad atolondrada por el vicio. Más valía, en ese momento, salir de los escondites y caminar bajo esa lluvia pertinaz, que duró toda la noche y un día y un mes y un año en el recuerdo de los citadinos.

Del otro lado de la ciudad, Javier estaba perdido en sus desilusiones abatidas de salteadores, intimidadores de gente, sicarios, inmigrantes con esposas en manos, plutócratas corruptos, inquisidores, gobernantes abusadores de leyes, vendedores y compradores de drogas y objetos exóticos. Los vientos alzaban el polvo y con desaire traían y llevaban los ecos producidos por las hélices de los helicópteros. Buscaba y no quería encontrar. La lluvia no le alegraba las horas, pues había perdido la noción del entusiasmo. Iba y venía errante de Matamoros a Yucatán, de Nezahualcóyotl a Tlalnepantla, de Orizaba a Manzanillo, como perdido, cansado de luchar cual náufrago contra las olas. Mal sostenido por un poco de ánimo también se refugiaba en las catacumbas de mala muerte, encaramado  sobre la espalda de monstruos hechos por los cantineros que se engalanaban con largos vestidos y salían a vender lo robado con el alba.

Con súbito movimiento se apartó de la mesa cuando sintió que era observado por el Principito.  Los gruñidos de las fieras y el canto de los zopilotes alegraban a las meseras de culos descomunales que no cesaban de mirar las vueltas, los taconeos, los abrazos de manos encalladas, los miembros enhiestos, los labios pintados de negro, el temblor de las manos parricidas, las llagas producidas por las jeringas. Javier pensó en su sueño efímero, "Como náufrago en la noche, bastaba con dejarse llevar por esas aguas ennegrecidas, y una vez que la droga había hecho su efecto, esperar la muerte. En esa región, esclavos de consignas temerarias surcaban los aires, como rayos, en busca continua de hombres y de cosas, pretendiendo abarcarlo todo. Ahí, conjuraban entre ellos para asesinar y protegían a los gobernantes y capos poderosos, alentando el consumo de narcóticos.” Javier había leído la depresiva descripción en un diario que encontró en una banca del parque en sus largas horas de aburrimiento.

En uno y otro, la noche del encuentro, surgió el deseo de saberse las vidas. A pesar de haber reconocido al Principito--de mirada atrevida--, no le respondió, ni mostró pizca de emoción. Aunque el Principito era su viva imagen, la prudencia le había enseñado a ser desconfiado.  Javier, absorto en las telarañas del lugar, imaginó muchas veces y de mil maneras lo que haría cuando dejara la ciudad. El modo, la disposición, la traza, el sitio y la variedad de cosas nuevas que vería lo mantenían apocado de palabras, indolente a lo que pasaba en su entorno, a los automóviles que en fuga discreta escapaban de los vigilantes.  A nada respondía. Pero esa vez, a mitad de la noche, salieron de la ennegrecida cueva donde se encontraron y  fueron a caminar por el centro de la ciudad, cuando aún no se inundaban las calles. "Era ese mi sueño," le dijo el Principito. Entonces bramó el viento, mientras los antros seguían vomitando borrachos exaltados. Fue cuando la lluvia comenzó a caer en espantoso estruendo. 

Dedicado a Alejandro, donde quiera que se encuentre.

7 mar 2015

"Homenaje a Cataluña" de George Orwell

En este libro, George Orwell--un socialista revolucionario--afiliado al Partido Laborista Independiente se involucrará en la guerra civil española (1936) y nos dará  un recuento de los eventos que atestiguó.

Los acontecimientos y las fuerzas en lucha son descritos como imprevistos, a tiempos, caóticos y fuera de control. Por poner algunos ejemplos: división entre los varios partidos políticos con su propia milicia en España; confusos fines de la guerra civil; stalinistas contra-revolucionarios con sus particulares interpretaciones de los fines y medios para alcanzar la victoria; largas horas de poca acción; levantamientos  y acercamiento a territorio controlado por el enemigo; incertidumbres; ráfagas de fuego inesperadas; noches frías y largas horas de espera en territorio destruido e improductivo; hambre; adolescentes ansiosos, dispuestos a luchar sin tener una clara idea de los fines del movimiento; supresión de las partes débiles, sin importar su compromiso contra el tirano; ineficientes estrategias revolucionarias; predominio de fuerzas conservadoras y control de los disidentes; luchadores sociales encarcelados; traiciones en aras de imponer ideologías en reyerta; dudas y desilusión con una revolución que parece ser un fracaso.

Pero Orwell, más que dar una parcial opinión sobre la guerra civil española o un análisis general de ese movimiento social--pues sabía que no podía tener acceso a lo que realmente estaba pasando--escribirá sobre lo que vio por cuenta propia y lo que tuvo que vivir como miembro del Partido Obrero de Unificación Marxista. 

Una idea que persiste en las páginas del libro, es su rechazo a la idealizada quimera del comunismo, donde individuos son utilizados como medios para alcanzar el supremo fin. Orwell nos dará su opinión crítica, a momentos parcial cuando hace particulares comparaciones culturales, sobre los individuos con los que convivió en la guerra civil y los dejará hablar. Al final, el lector se sentirá satisfecho con la descripción de acontecimientos, no sólo porque individuos en un momento dado están dispuestos a luchar por una, quizá incomprendida, idea de justicia social, sino porque son capaces de decidir por cuenta propia y porque saben que su participación es importante en la lucha contra el tirano.

26 oct 2014

Historias de inmigrantes: Don Rutilio, el orgullo de ser un dishwasher.

Temprano a las cinco,  don Rutilio toma el tren de la línea 4 que lo lleva a su trabajo. Don Rutilio no se queja y no tiene grandes expectativas. No pide mucho. Le gusta mirar a la gente saliendo y entrando de la estación del tren, sentado en un banco en el parque de Union Square antes de que inicie su jornada. Las cafeterías, a esa hora de la mañana, se comienzan a llenar de gente. Mares de gente procedente de diferentes puntos de Nueva York vienen y van, como en acelerada carrera, mientras que a la espalda de don Rutilio, edificios son erigidos de la noche a la mañana. Él obtiene energía de la dinámica del parque de Union Square, pero prefiere el olor de Chinatown, donde frutas y vegetales son ofrecidos como lo hacen en el mercado de su pueblo natal, donde la vida se vuelve lenta.

Hoy ha decidido cambiar de ruta. En su camino al restaurante donde trabaja, don Rutilio, rodea Gramercy Park y los recuerdos vienen a su cabeza: su hija que desapareció en Zacualpan, Guerrero. Perredistas que hicieron un lío con las calles, pero trajeron agua potable. Priistas que no hicieron lo que debieron y se quedaron con dinero que no era suyo. 

Don Rutilio tiene una faz cubierta de circunspección pero no de miedo. Un paso a la vez. Un paso atrás para dar dos adelante. A veces le gusta tentar al destino o ir al barrio chino, donde las mujeres sonríen a medianoche. Él conoce laberintos donde siempre es bienvenido. Sus días en Acapulco le enseñaron paciencia. Quería trabajar como cocinero en un hotel en el puerto, pero, de tiempo en tiempo, piensa que la mala suerte se puso en su camino. Recuerda sus días caminando en la vacía de turistas avenida Costera Miguel Alemán en busca de trabajo. Las paletas heladas que acabó vendiendo se derriten en su cabeza llena de recuerdos: la cárcel, sus tiempos recogiendo verduras y tomates para exportar, el cruce del Río Bravo, sus miedos de ser baleado por sicarios del gobernador de Guerrero. 

Don Rutilio está envejeciendo. A veces, las palabras se confunden en su cabeza llena de recuerdos en mixteco, español, inglés, y el resto de la caótica Babel que rodea sus días de trabajo en Nueva York. Pero su vida está llena de momentos particulares en East Harlem, donde mujeres de Puerto Rico expelen afirmativas palabras de derechos ganados en luchas sociales.  

Hoy, su día va a ser muy pesado, fue advertido de un evento especial. Pero eso es mejor para él: "El tiempo pasa como volando." Mientras junta sus energías para empezar el día, planea la forma en que iniciará a lavar las copas y utensilios cuyos sonidos y ecos a esa hora de la mañana, van llenando los recovecos de la cocina. Pero los recuerdos están ahí, permanentemente lidiando en su cerebro, y piensa que tuvo suerte de haber sobrevivido la caída de las Torres Gemelas, donde trabajaba en esos días. La mañana se vuelve rutina, y converge con el grupo de ayudantes y cocineros que también están iniciando otro día. Desde su refugio, don Rutilio ríe cuando uno de sus paisanos que acaba de llegar exclama "Good morning, guys."



5 oct 2014

Historias de inmigrantes: Las noches de González

Viernes en la noche, en algún momento, la taquería González cambia de fisonomía. En la avenida Coney Island, en Midwood, en medio de mezquitas, barberías,  mujeres pakistaníes, bandadas de niños jugando en la calle, y otros con Corán en mano caminando hacia las mezquitas, ahí casi escondido, en el  improvisado González, tan pronto como DJ instala su equipo, la música se hace más fuerte. Es entonces cuando se retira la mesa de billar, las sillas y mesas son reorganizadas y los baños son otra vez limpiados. Un grupo de hombres parece estar saliendo del lugar en ritmo oscilatorio. Pero Chalino Sánchez y Vicente Fernández son dos fuerzas poderosas. Quizá podrían estar ahí hasta media noche. Todo depende del estado de ánimo de tres mujeres poblanas revestidas de recuerdos y entusiasmo. 

Las cubetas de cervezas se encarecen. Así como otros clientes llegan con los cambios de música, de salsa a cumbia, de corridos norteños a bachatas, Dominicana, de prolongada edad, los mira y saluda antes de que la noche se vuelva más oscura. Su pelo teñido, poderoso perfume, y lentejuelas que cubren su cuerpo, espolvorean dudosa prudencia en el rostro de dos entusiastas muchachas de Guerrero que sirven cervezas con sonrisa en las manos. Tlapa está a punto de terminar su turno. Ritmos repetitivos marcan los minutos de un grupo de inmigrantes latinos en espera de cualquier trabajo de construcción a la vuelta de la esquina, ahí en la avenida Ditmas. Las coronas se calientan con los espasmos de Oaxaqueño, quien ha estado ganando las jugadas. Ha apostado por horas con diferentes jugadores, excepto con Judío, de rostro moreno, quien no quiso perder veinte dólares. Otra mujer dominicana llega a la mesa para contar su historia de amor de la semana pasada, en una mezcla de inglés y español newyorkino, "Se supone que iba a casarme, pero las cosas salieron mal. Es por eso que estoy bebiendo esta noche." Un muchacho, quien parece salido de un bar de Tacubaya,  comienza a dar saltos de fogocidad brooklyniana, con algo que parece rock urbano, pero su emoción es reprimida con más abrupto melodrama bachatero, "Es tan difícil olvidarte," "Me voy de la casa." Un poblano, sin noción de su gran pasado Olmeca, expele unas cuantas mareadas palabras, como si reclamara su derecho a votar, "Yo sólo vine a bailar bachata." 

Colombia llega al lugar, risas son lanzadas, saludos expresados. Botero llama al encargado de la seguridad para reclamar sus cinco dólares. El chavo de Morelos no quiere pagarle las piezas. Colombia ríe. Ha hecho suyo el lugar lugar y con la compañía de Tlaxcala, sus horas se vuelven pura alegría. En medio de la pista luminosa, comienza a bailar una cumbia. Y a medida que la noche se remonta sobre si misma, Veracruz ríe, y también baila con  distinción jarocha. Las luces oscilatorias incrementan el efecto de la embriaguez. Mientras Tijuana golpea la bola de billar, dice algo confuso sobre cómo se hacen las cosas en Tijuana. Es entonces cuando Salvador ríe, mostrando un increíble tatuaje en uno de sus brazos con el nombre de una mujer. Nosotros debatimos sobre el significado del nombre. En realidad es un símbolo protector de sus noches cruzando la frontera de Chiapas en su camino hacia el Norte. La noche se vuelve lejana y letárgica. Es entonces cuando decidimos salir del lugar. Ecuatoreña sonríe y nos saluda, le decimos adiós y deseamos buena suerte, esa tiene que ser su noche. 



12 ene 2014

"México insurgente" de John Reed



En este libro, el periodista John Reed  narra algunos sucesos de primera mano en el norte mexicano, sobre el líder revolucionario Francisco Villa. El autor entrevistó no sólo a los líderes de ese gran movimiento social en México—Villa  o Carranza—,  sino que en solidaridad con los inconformes, las páginas de su libro están llenas de opiniones de hombres y mujeres—los pobres—que  decidieron que  el camino violento era la única vía posible para el cambio.  Mujeres, niños, y ancianos darán cuenta de los incidentes y serán retratados con maestría por la pluma del periodista.


Interesante es  la descripción de John Reed sobre Venustiano Carranza, como un hombre frío, rodeado de libros, ofuscado con la historia de México, y teniendo a Juárez como modelo. En ese contexto de violencia, su parquedad de palabras era necesaria. Pero el retrato adquiere tonos parciales, cuando la descripción lo torna en un hombre furtivo, disminuido de franqueza, maquiavélico en sus acciones como para pasar inadvertido y dar el golpe demoledor.

 Aunque la revolución mexicana fue variopinta en cuanto a los objetivos de las diversas facciones y zonas que la protagonizaron, en “México insurgente” será categórica la explicación implícita de las causas de la revolución:  la pobreza y desigualdad económica que cubría la nación durante esos años. También, algunas de las demandas de los desposeídos—por poner un ejemplo, un  acceso igualitario a una vida digna—serán  convincentes sin importar el particular objetivo en cuanto al reclamo sobre el tipo de propiedad de tierra, que caracterizó a la revolución en el norte mexicano.

 El periodista, en su búsqueda de información y comprensión del conflicto social,  fue internándose en zonas del norte mexicano donde el peligro y clímax de algunas batallas estaba en su punto culminante. Ahí, en esa mole de polvo, rencores humanos, intereses a río revuelto, discrepancias sociales, incomprensiones y ambigüedades sobre los fines de la revolución, las tierras áridas del norte mexicano hablarán y nos darán cuenta de una nación fragmentada y plural, rebelde, lista para defender derechos y luchar  contra los pudientes. Pedazo de tierra, para entonces y aún, huraña de derechos igualitarios y acceso a una vida digna para  todos sus habitantes.

El lector interesado en tener una visión humana de la revolución, encontrará en este libro, una excelente narrativa y un acercamiento a la versión de los desposeídos en sus resoluciones de lucha y compromiso social por una sociedad más justa.



1 nov 2013

"Eichmann en Jerusalén. Un reportaje sobre la banalidad del mal" de Hannah Arendt

Este es un libro complejo, no fácil de leer, por tres razones. Primero, el lector necesita tener en cuenta aspectos históricos sobre la segunda guerra mundial no conocidos cuando el libro fue escrito y también sobre historia judía. Hannah Arendt, describe el papel de algunos países europeos en esa guerra y su participación o rechazo al régimen Nazi y su política de destrucción. Un tema controversial, es la opinión del autor sobre la reacción de los judíos hacia la política de inmigración alemana antes de la guerra, y en su etapa final, ante el programa de exterminio en campos de concentración. Según Arendt, no hubo un claro rechazo de las víctimas hacia esa política de aniquilamiento. Es como si voluntariamente hubieran aceptado--en masa--su destrucción sin ninguna resistencia. 

Segundo,  antecedentes jurídicos sobre procesos judiciales son  necesarios para entender el propósito  de este libro, que es dar un informe sobre el juicio de Eichmann. Aquí es donde el lector tiene que lidiar con principios jurídicos que limitan la potestad punitiva y la aplicación de la ley. Parece haber una contradicción entre traer a un acusado a la justicia  para enfrentar cargos por violar la ley y los medios utilizados para su captura. Eichmann no fue detenido de acuerdo a derecho, sino que fue secuestrado por la policía secreta israelí y llevado ante la justicia en un lugar donde no se cometieron los hechos delictivos. Hechos que no fueron criminales en el régimen Nazi. Este es un problema jurídico que se sumó a otros durante el irregular juicio. Arendt pone en tela de duda el juicio, pero al mismo tiempo no alega la inocencia de Eichmann. Lo que tenemos entonces es  la falta de claridad del sistema legal utilizado para juzgar a un hombre y los límites entre los aspectos legales y morales de su castigo.

Por último, dejando de lado las múltiples implicaciones históricas y legales de este libro, lo que queda es la personalidad de Adolf Eichmann. Se le describe como un monstruo: un hombre irreflexivo que, incluso momentos antes de su ejecución, no es consciente de su papel en la política de exterminio Nazi. Lo que tenemos en frente es un burócrata, que estaba obedeciendo órdenes, que quería ser eficiente en su trabajo rutinario, y salir adelante. El problema es que no pudo ver las consecuencias de sus acciones y la maquinaria de poder destructiva del cual él era parte. Un punto relevante en este libro, es la pregunta implícita, sobre cómo, cualquiera de nosotros hubiera actuado en las mismas circunstancias. 

30 jul 2013

Aborto: un asunto privado


Este video es propiedad del Grupo de Información en Reproducción Elegida, AC.


Para bien de la mujeres y sociedad en general, en la Ciudad de México, las mujeres son libres de decidir cuándo un aborto es necesario. Las mujeres son dueñas de su propio cuerpo y libres agentes que pueden discernir entre lo que es bueno y malo, justo o injusto sin necesidad de la Biblia o cualquier tipo de religión. Pero aún más importante, el aborto es una decisión privada donde la vecina (pero es que no entiendo porqué quiere saberlo todo), una enfermera católica, un doctor testigo de Jehová o lo que es casi lo mismo, mormón, no están autorizados a impedir o restringir ese derecho cuando trabajan en un hospital público.

Una decisión tan personal y privada no debe estar sujeta a la autorización formal o condicionada de sus maridos, un presidente municipal, el presidente de la república (no importa su bonita cara), e incluso un cardenal, pastores de cualquier grupo religoso (no importa si son poliglotas, o tienen el atribuido poder de curar por milagro, y por tanto de ahí su absoluta sapiencia), o el papa.

Abortar es un asunto privado donde la única que puede decidir es la mujer. Ella puede pedir consejo,  ayuda, apoyo sicológico o emocional, pero a fin de cuentas es su decisión. Por otro lado, una mujer que ha decidido que esa es la única vía,  puede hablar con su cónyuge (cuando existe), familiares, o persona de confianza, y llegar a mutuo acuerdo. Sin embargo éste no un asunto religioso de enfermeras o doctores que trabajan en una institución pública, en un estado laico como el mexicano.

Para desgracia de las mujeres, como es el caso de Hilda, en San Luis Potosí, el aborto todavía es un crimen. Pero el asunto del quebrantamiento de la ley contra el aborto y su castigo no se redujo a ello en este caso.

Hilda fue castigada de acuerdo a la ley que criminaliza el aborto, pero además fue marcada por la sociedad en general, que de buenas a primeras se convirtió en parte en ese juicio. Este es un claro ejemplo de una sociedad recalcitrante en valores obsoletos e intolerables donde la mujer, basados en esa ley contra el aborto, es considerada sujeto de segunda clase.

En solidaridad por las mujeres víctimas de cualquier atropello religioso y legal que restringe su privacidad; y en contra del dicho machista con sombrero de charro que se ufana y grita que "detrás de un gran hombre hay una gran mujer,"--como dice la canción--"me quejo y me quejo."

14 feb 2013

Rosarito (un estado de ánimo)

Arrest of petty criminals by Alex Webb, Tijuana, B.C. 1955
Polvorientos recovecos donde se escondía la cólera de los pobres en su alegría contenida de guisados añorados. ¿Pero a quién se le ocurrió concentrarlos en esas calles perdidas? En territorio donde era mejor tentar las cosas con mesura. Donde era preciso no destruir sus raquíticas plantas y quebrantar los senderos de las hormigas en su ir y venir a través del desierto.

En ese grupo de calles improvisadas, la locura decidió caminar. Errada demente queriendo brincar el borde.

Desde ahí. Desde el Tecolote, a lo lejos, se divisaban las calles del centro de Tijuana. En una de esas calles alineadas de fábricas, la avenida Revolución se difuminaba con sus incontables farmacias y luces entretenidas de música norteña y banda. A media noche, Tijuana mudaba de apariencia. Era entonces cuando se revestía de luces y música, y vomitaba mujeres y hombres de sus laberintos extraviados en el centro. 

De alguna manera el polvo que cubría la ciudad tenía que ser erradicado. Los hombres, conquistados. El adolescente extraviado a media noche, seducido. La hepatitis, erradicada con más alcohol. El lector de cartas y su perro negro, sometidos. La pareja de borrachos, defraudada. Anémica, revestida de justicia en sus bailes de dos dólares. 

Caminar sin rumbo.

Caminar la línea que se prolongaba sobre el mar como una obstrución no dispuesta a ceder. Eso no importaba. Del otro lado. Allá en Rosarito tal vez se hallarían las respuestas.

Entretando, las mujeres de Tijuana se cubrían de soledad cuando sus abandonadas crías se rebelaban, así como sus calles  alargadas que no conducían a nada, o a los parques de media noche donde los solitarios se reunían o a bibliotecas de libros mal acomodados. 

¿Pero cómo fue posible que a sus diseñadores no se les hubiera ocurrido construir espacios donde los desesperados pudieran esconderse? 

Tijuana carecía de solaz para el desventurado. Tijuana era una fábrica de ansiosos jornaleros, restaurantes de dudosa reputación, taquerías improvisadas, y deseos enjutos al atardecer. Ahí, en frente de la larga línea de carros hacia el otro lado, sólo bastaba tentar al destino. Poco a poco, como no queriendo. Reunir fuerzas cuando las calles se iban oscureciendo. Pensar. Encontrar algo. Los cerros se prolongaban. El intento fallido era visualizado.

¡Pero qué decepción fue Rosarito!

Ausente de gente. 

De miradas. 

Rosarito era raquítica comparada con el calor de Veracruz o Acapulco. No había niños en Rosarito. Lo que ellos llamaban Rosarito, era una masa desordenada de casas que se arremolinaba sobre una de sus avenidas, donde el nombre de las calles que la cruzaban, era lo que menos importaba. 

Esa idea llamada Rosarito, estaba desprovista de olor a mariscos, perros callejeros y estatuas de Benito Juárez. Pero en frente de Rosarito, la gran bestia se arrellanaba sobre el mar de gusto. Confiada en si misma. Con orgullo. Limpia. Certera en sus manifiestos. Crédula en sus conquistas. Borracha de su pasado. Licenciosa en sus resoluciones. 

No era cosa de brincar y alcanzar lo deseado, sino de reunir fuerzas e interpretar el sentido de las estrellas cuando anocheciera. 

Pensar. 

Sentir la fuerza de los recuerdos de los que tanto hablaba Proust. 

Pero Proust estuvo callado en Rosarito. La única idea que revoloteaba sobre la arena, era aquella sobre el desarrollo de los conflictos bélicos basados, más que en estrategia y en destino, en las pasiones humanas de sus líderes y protagonistas.

Y Rosarito seguía ahí. Vacía de gente. 
Vacía de miradas. 
Sin Proust de la mano.
Sin vendedor de fritangas y mangos curtidos.
Sin chamuscada pareja consumiendo el tiempo entre abrazos, quejidos, y deseos no saciados. 
Ausente de buenas noches. 
Ausente de buenos días. 

22 ene 2013

"El castillo" de Franz Kafka

Y una vez que K decidió establecerse en ese lugar rebosante de  burócratas y leyes sin sentido, el destino decidió jugarle unas cuentas sorpresas.  Insensato de K que aspiró iniciar nueva vida en ese frío lugar cubierto de nieve y parco de cálida bienvenida.  

Qué difícil para K fue lidiar con ese mundo de arrogantes y obesas mujeres, destilando poder, opuestas a pusilánimes hombres que no atisbarán, en los recovecos de sus cerebros, una nimiedad de rebeldía, sino que se opondrán acaloradamente, como si en ello llevaran la vida, a cualquier atrevimiento contra la maquinaria de poder. Y es que en sus acciones y rechazos al cambio,  iba incluida la reafirmación de su actuación en esa fría comarca de bizarras situaciones, indolentes burócratas, arrojo reducido,  familias confinadas, terror, enfermedad, y espectrales descripciones. 

Lo peor de todo, para K, es que una vez que decidió emprender nuevos proyectos en tierra desconocida, ya no pudo volver tan fácilmente, de buenas a primeras, a su lugar de origen. Quitado de la pena para volver a empezar de cero. Como si el esfuerzo, su experiencia, y sus credenciales no hubieran servido para algo.

Pobre K. Frustrado hombre que no tendrá paciencia para esperar el momento oportuno y la adecuada señal que el sentido común exige en ese lugar. Tampoco aprenderá cómo leer las segundas intenciones de los que tienen poder (pese a sus racionales interpretaciones), o  a descifrar el abrupto deseo sexual de los burócratas en sus diurnas oficinas, para sacar ventaja de ello y alcanzar su meta. K dio por sentado el respeto de  sus derechos, pero esa quimérica invención no tuvo cabida en ese territorio.



De diversas interpretaciones para el lector, es esta novela un ejemplo de maestría kafkiana. En sus páginas y en la diaria búsqueda de K por la reafirmación de su puesto como agrimensor, el lector irá descubriendo otros afligidos y dilapidados seres. Y entre los soliloquios de sus personajes, casi escondido entre sus palabras, aspiraciones, y emociones, un espejo. Ahí, una nítida imagen donde el lector podrá verse asimismo y  ser consciente de su propia realidad.

8 nov 2012

Tortura: Argumentos a favor y en contra


Torture of Cuauhtemoc by Leandro Izaguirre, 1892
Una de las propuestas básicas de la filosofía utilitaria (Jeremy Bentham) es defender el mayor grado de bienestar y comodidad para la mayoría a través de diversos medios. Éstos, sin importar su naturaleza serán considerados válidos en la medida en que garanticen la felicidad de los individuos en una sociedad determinada. Un problema que los defensores de la filosofía utilitaria tienen que responder es a la  idea de que cualquier individuo puede ser utilizado como un instrumento o medio en la maquinaria social con tal de lograr la felicidad de los demás como en masa colectiva. Siendo así las cosas, pareciera que el problema se reduce a una cuestión matemática, por poner un crudo ejemplo, mil individuos valen más que uno. Si ese solo individuo es un impedimento para la felicidad de los otros, entonces es justificable su aniquilamiento. 

En su forma extrema, la filosofía utilitaria ha sido utilizada por aquellos que defienden la práctica de tortura. Y el problema se vuelve un asunto controversial en sociedades democráticas, pues sin duda la práctica de tortura es una acción contraria a derechos básicos, donde los que gobiernan tienen autorizados un grupo claramente definido de acciones que pueden afectar o restringir la libertad de cualquier individuo en esa sociedad de leyes. En otras palabras, la justificación de tortura no encajaría en un sociedad de leyes y límites a la autoridad punitiva. Sin embargo, en tiempos de terrorismo y radicalismos ideológicos, el debate se ha vuelto recurrente y los defensores de la práctica de tortura pugnan por darle más poder a la autoridad punitiva, algunas veces incluso, transgrediendo leyes constitucionales. 

El discurso de los defensores de la práctica de tortura, en los tiempos presentes, tiene la siguiente forma:  en aras de proteger a la población, aterrada por acciones violentas y criminales por parte de grupos terroristas o de crimen organizado o carteles de la droga, será justificable torturar a una persona para obtener cierto tipo de información. La cual tiene que ser relevante, por ejemplo, sobre dónde está escondido el latente peligro--una bomba a punto de estallar--.  Finalmente, el acto que se pretende impedir desencadenará un daño para un número considerable de personas. Inocentes pueden morir y de lo que se trata es minimizar el dolor y maximizar el bienestar. De ahí entonces que, algunas veces será justificable el uso de la tortura, porque la seguridad de la mayoría es más importante que la violación de garantías individuales o derechos humanos.

Un argumento contrario a las ideas utilitarias y por ende a la práctica de tortura, sería aquel basado en las ideas filosóficas de Immanuel Kant. Para este filósofo, moralidad significa respeto a las personas como entes individuales. Un ser humano, sin importar su raza, origen, o nacionalidad,  no puede ser utilizado para alcanzar determinados fines. No importa si esos fines son aprobados por la mayoría o reputados como buenos o positivos. Una persona es un fin en si mismo, no un medio o instrumento que puede ser utilizado para alcanzar algún supremo fin. La idea de un salvador o líder, que usará a las masas ignorantes  o inconscientes de su realidad--por ejemplo, trabajadores sin acceso a educación o indígenas sojuzgados por centurias--para alcanzar un estado justo, es descartada bajo la óptica kantiana.  Este filósofo sostiene que hay ciertos deberes universales y categóricos, en particular el deber de respeto a cualquier persona quien es portador de dignidad. 

Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, el debate sobre  la justificación de tortura oscila entre estas dos visiones sobre moralidad. La idea utilitaria justificará la práctica de tortura, en aras de prevenir un daño para la mayoría. Para sus defensores, sin importar las bien razonadas objeciones a la práctica de tortura en sociedades democráticas,  los números cuentan. No importa sacrificar a un par de terroristas con el fin de lograr el bienestar y la seguridad de los demás. Por el contrario los seguidores de Kant dirán, que hay ciertos universales derechos humanos y que algunas acciones son injustas y merecedoras de reproche porque atentan contra la dignidad de una persona,  como es el caso de la tortura. Torturar a una persona es contrario a los derechos humanos y falla en el respeto a la innata dignidad que cada individuo posee.