Este video es propiedad del Grupo de Información en Reproducción Elegida, AC.
Para bien de la mujeres y sociedad en general, en la Ciudad
de México, las mujeres son libres de decidir cuándo un aborto es necesario. Las
mujeres son dueñas de su propio cuerpo y libres agentes que pueden discernir
entre lo que es bueno y malo, justo o injusto sin necesidad de la Biblia o
cualquier tipo de religión. Pero aún más importante, el aborto es una decisión
privada donde la vecina (pero es que no entiendo porqué quiere saberlo todo),
una enfermera católica, un doctor testigo de Jehová o lo que es casi lo mismo,
mormón, no están autorizados a impedir o restringir ese derecho cuando trabajan
en un hospital público.
Una decisión tan personal y privada no debe estar sujeta a
la autorización formal o condicionada de sus maridos, un presidente municipal,
el presidente de la república (no importa su bonita cara), e incluso un
cardenal, pastores de cualquier grupo religoso (no importa si son poliglotas, o
tienen el atribuido poder de curar por milagro, y por tanto de ahí su absoluta
sapiencia), o el papa.
Abortar es un asunto privado donde la única que puede
decidir es la mujer. Ella puede pedir consejo,
ayuda, apoyo sicológico o emocional, pero a fin de cuentas es su
decisión. Por otro lado, una mujer que ha decidido que esa es la única
vía, puede hablar con su cónyuge (cuando
existe), familiares, o persona de confianza, y llegar a mutuo acuerdo. Sin
embargo éste no un asunto religioso de enfermeras o doctores que trabajan en
una institución pública, en un estado laico como el mexicano.
Para desgracia de las mujeres, como es el caso de Hilda, en
San Luis Potosí, el aborto todavía es un crimen. Pero el asunto del quebrantamiento
de la ley contra el aborto y su castigo no se redujo a ello en este caso.
Hilda fue castigada de acuerdo a la ley que criminaliza el
aborto, pero además fue marcada por la sociedad en general, que de buenas a
primeras se convirtió en parte en ese juicio. Este es un claro ejemplo de una
sociedad recalcitrante en valores obsoletos e intolerables donde la mujer,
basados en esa ley contra el aborto, es considerada sujeto de segunda clase.
En solidaridad por las mujeres víctimas de
cualquier atropello religioso y legal que restringe su privacidad; y en contra
del dicho machista con sombrero de charro que se ufana y grita que "detrás
de un gran hombre hay una gran mujer,"--como dice la canción--"me
quejo y me quejo."
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