28 ene 2011

"Bajo el volcán" de Malcolm Lowry

Fatal historia de la caída de un hombre --el cónsul--  no sólo por el alcohol sino también por circunstancias que están fuera de su control, quizá el abandono de su mujer, o la aventura adúltera que ésta tiene con dos hombres -- el medio hermano y el amigo del cónsul--, o el hecho de lidiar o acomodar su vida a una tierra incomprensible donde ya no tiene sentido seguir navegando. Casi  al final del libro, luego de escuchar  sus  discursos y desentrañar sus íntimas y congruentes reflexiones, a las  que llegará a través del alcohol, el lector comenzará a sentir afecto y solidaridad por el depresivo personaje.

 

Los acontecimientos, nutridos de múltiples símbolos, y las memorias de los otros personajes, sucederán durante doce horas en un día de muertos, en la comarca que rodea las dos moles volcánicas del centro de México, el Popocatépetl  y el Iztaccíhuatl.  Por si no fuera suficiente el ambiente surrealista de cantinas y fantasmagóricos personajes en su mítico Quauhnahuac, el ambiente social y político durante esos años --el de la  administración cardenista y el México post-revolucionario de la expropiación petrolera,  huraño a cualquier tipo de intervención extranjera-- profundizarán el rechazo a un hombre blanco, de cuya misión no se sabe bien a que intereses sirve.


La historia se vuelve más complicada cuando tratamos de entender los otros personajes: su medio hermano, Hugh Fermin, el reportero, defensor de la democracia, con la carga de no haber tomado acción en la guerra civil española; su ex-mujer, Ivonne,  actriz fracasada  en la búsqueda de su propia senda; y el amigo de la infancia, M. Laruelle, director de cine, quien cree que  a través de un cine de compromiso el cambio social puede materializarse; y entre ellos el narcotizado ex-cónsul tratando de señalarles la correcta senda a través de la historia y la lógica.


En las páginas abundan descripciones de gente pobre --indígenas--, cantinas, zopilotes, santos, perros escuálidos, jardines y parques,  toro, caballo, calles, iglesia, y  muerte. Toda esa región heredera de antiguos ritos, dolida de sanguinaria conquista y resentida por indecisa revolución será difícil de entender y sobrellevar. El cónsul convive con los pobres y se duele de la situación en la que viven.  La culpabilidad por inacción lo atormentará durante sus jornadas al oscuro mundo que conduce el alcohol y sin condescendencia ni desdén al mundo que no lo acoge, lo enfrentará con  mezcal, como un rito espiritual para darle  un poco de sentido a ese mundo y a su vida.


 Las últimas confusas palabras del libro, después de su salvación serán, “¿Le gusta este jardín? ¿Qué es suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan¡”

No hay comentarios.: