21 ene 2011

La conjura de los necios de John Kennedy Toole


Ignatius J. Reilly es gordo y sucio --contra valores modernos--, y en su pesado cuerpo lleva a cuestas una vida que no encaja en la sociedad extraviada donde ocurre la historia, Nueva Orleáns, y para colmo piensa que hay que salvarla.
De quijotescas aventuras, a jocosas descripciones de personajes y situaciones, hay quienes ven en La conjura de los necios un parecido a Don Quijote de la Mancha,  pero el paralelismo no es tan acertado, pues mientras de don Quijote  sus oyentes podrían reconocer su sensato juicio, experimentar decepción cuando se percataban de la locura, e incluso seguir sus consejos, Ignatius no atinará en ninguno de sus proyectos.  Como un insensato navegará contra las reglas básicas del sentido común. 
Ignatius es una mixtura de personajes, el filósofo que gastó sus juveniles años en la universidad, el soñador que quiere escribir la monumental obra, el crecido hijo que encerrado en su cuarto --su único refugio--, vivirá atormentado por su melindrosa madre, quien lo acosará a cada momento para que salga de su cuarto a buscar trabajo. Tantos años de estudio y sin posibilidades de encontrar un buen remunerado trabajo lo convierten en un total fracaso. 
Su Dulcinea, Myrna Minkof --su único interlocutor intelectual- una newyorkina advenediza con la que intercambia frecuentes cartas y escritos sobre proyectos de cambio social, cuasi anarquistas eyaculaciones, erupciones y gases, y esperanzas e intentos fallidos de cambiar la presente sociedad degenerada, será su fuente de inspiración y antagonismo intelectual. Los dos quieren el cambio, pero usando diferentes proyectos de lucha social.
Lidiando con su gordura y exponiendo su extravagancia en las calles de Nueva Orleáns, Ignatius, con su carro de hot-dogs, recorrerá las calles del French Quarter, tropezándose en las entradas de los bares,  reafirmando su singularidad entre las masas de turistas, seguido por otros tantos personajes en su misma situación, pero inconscientes de su realidad.  
Contrario a un tratado sobre el arte del buen vivir, o una deprimente novela que expone las dificultades de esta tormentosa vida, en la Conjura de los necios nos enteraremos de la pesada carga que los mortales tenemos que sobrellevar en la vida, pero el aprendizaje en esta obra será desde una humorística perspectiva. Por Ignatius, con sus pensamientos que en momentos rayan en la depresión y locura, uno no puede dejar de sentir compasión o rechazo, depende que tan cercana nos sea su situación. Y en cuanto uno avanza en la lectura, unas cuantas líneas jocosas balancearán el curso de nuestras emociones. 

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